Nuestra capacidad de poner límites y comunicarlos está estrechamente relacionada con nuestro estado de bienestar y afecta directamente a nuestro nivel de estrés.
Cuando no ponemos límites en nuestro día a día, no solo estamos potenciando una sensación de malestar con nosotros mismos (de alguna forma, sentimos que estamos yendo en contra de nosotros o nuestra voluntad al hacer algo que no queremos, o hacerlo de una manera que no queremos), sino que además, estamos dando prioridad a algo que, en realidad, no está en nuestra lista de prioridades, y que está quitando tiempo a algo que sí que lo está.
Nos vemos la semana que viene, con una nueva herramienta acerca de este tema, para empezar a aplicarlo en la práctica.
Nora.