Si tuviéramos que explicar de forma muy sencilla el mecanismo del estrés, podríamos decir que es aquello que aparece cuando tenemos la creencia de que no vamos a poder hacer frente a una demanda “x” del ambiente. O, como publiqué hace un tiempo en una de mis frases en Instagram, “el estrés aparece cuando percibimos que no vamos a llegar a “x”.
En el terreno laboral, algunos motivos comunes que nos pueden llevar a esta percepción son:
– tener un volumen excesivo de trabajo que sentimos que no podemos asumir
– tener que ocuparnos de cosas que creemos que no están en nuestro rango de conocimiento, habilidad o capacidad
– tener una demanda por parte de un jefe/encargado/cliente que nos implica hacer las cosas de una determinada manera, que no es la que a nosotros nos sale de forma natural y con la que no nos sentimos cómodos
Por supuesto, si nos ponemos a analizarlo en cada caso personal saldrían motivos desglosados de estos con matices muy diferentes, cosa que se puede trabajar de forma mucho más específica en un marco de sesión en consulta, pero, si tenemos en cuenta que a bote pronto la mayoría de situaciones de estrés en el trabajo se desencadenan de estas tres opciones genéricas, podemos determinar algunas herramientas “universales” que nos pueden servir para gestionar mejor los momentos puntuales de estrés, en un trabajo en el que se den alguno de estos tres factores.
Pasar por ese mini reto o mal trago, en muchos casos, se nos hace más un mundo que no seguir aguantando un ritmo de trabajo insostenible que nos va sumando estrés poco a poco, pero con el que incluso nos acostumbramos a vivir… hasta que petamos. Y petar no siempre significa petar a lo grande. Petar también es llegar a casa agotado y no tener tiempo para disfrutar de estar con nuestra pareja viendo una serie y haciendo la cena. Petar también es sentirnos desmotivadnos constantemente. Petar también es despertarse por las noches angustiado pensando en todo aquello que tenemos que hacer esta semana, a lo que dudamos que lleguemos.
Por eso es importante identificar señales de alerta, que nos indiquen que podemos tener estrés (para esto tienes este, este y este episodio, con los que trabajarlo) y, sobre todo, hacerles caso, poner en valor nuestro bienestar e intentar buscar una solución (la que nos haga sentir lo más cómodos posible).
Si quieres cuéntame en comentarios, ¿qué situación dirías que es la que más te afecta de estas tres y qué crees que te impide aplicar alguna de estas acciones que te harían vivirlo de otra manera?
¡Nos vemos la semana que viene!
Nora.
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